Noelia González - 21/05/2014
Investigadores nacionales comenzaron a estudiar el impacto de esta basura, sus efectos sobre la fauna marina y sobre el último eslabón de la cadena: los seres humanos
Hasta el momento, no se ha encontrado el avión del Malaysian Airlines, que desapareció de los radares el 8 de marzo. Lo que sí dejó en claro la búsqueda sobre el Océano Índico es que la aeronave está sumergida en medio de un basurero mundial.
Según cálculos de las Naciones Unidas (ONU), cada kilómetro y medio cuadrado del océano contiene 46 mil pedazos de plástico flotantes. Aunque también hay otros desechos, que van desde restos de material de pesca hasta containers de barcos, se estima que cerca del 90% de la basura que ensucia los mares de todo el mundo está conformada por plástico.
Gran parte de este material es reciclable, pero la mayoría termina en los vertederos urbanos. Desde allí se abren paso en los causes de agua y finalmente desembocan en el océano. Según datos del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente de la ONU, cada año se vierten 6,4 millones de toneladas de basura a los mares de todo el mundo. La preocupación mundial por este tipo de contaminación va en aumento y no conoce de fronteras.
Me parece poco ético dejar de lado el tema del plástico cuando los investigadores nos topamos con él”, afirmó el biólogo Emanuel Machín
Uruguay es parte de esta cadena internacional del plástico. Un estudio de la Dirección Nacional de Recursos Acuáticos (Dinara) en 2013, en el Río de la Plata y la Zona Pesquera Común con Argentina, arrojó que más de la mitad de la basura marina era plástico y que este era predominante las costas (70%).
Durante la temporada pasada, la cuadrilla de la Unidad de Playas de la Intendencia de Montevideo levantó un promedio de 13 toneladas de basura por día. A su vez, durante 2012 la intendencia extrajo 31.148 toneladas de basura, plásticos y chatarra, entre otros, de arroyos y cañadas de Montevideo. Esta es solo una pequeña parte de lo que queda estancado en el lugar o de lo que se vierte con el tiempo en el Río de la Plata.
Sin embargo, no existen precedentes en Uruguay de estudios específicos sobre el problema del plástico en aguas nacionales y su impacto negativo sobre la biodiversidad. Pero esto está por cambiar.
Recientemente, más de 20 investigadores uruguayos aunaron fuerzas para estudiar la problemática y crear conciencia al respecto en la población. El biólogo Emanuel Machín es uno de los propulsores y coordinadores del grupo, que incluye científicos del Centro de Investigación y Conservación Marina, el Centro Interdisciplinario de Manejo Costero Integrado, el Centro Universitario de la Región Este, el Museo Nacional de Historia Natural, la ONG Averaves y Dinara.
“Me parece poco ético dejar de lado el tema del plástico cuando los investigadores nos topamos con él”, dijo Machín, quien explicó que los científicos suelen encontrarse con este desecho en sus muestreos. Él mismo se encontró con plástico en el estómago de ocho especies de peces de agua dulce cuando realizaba su tesis de maestría.
Restos de plástico que el biólogo Emanuel Machín registró en el aparato gastrointestinal de los peces de agua dulce analizados para su tesis de maestría. Miden alrededor de 0,5 milímetros de largo; la foto fue tomada con lupa
Nada se pierde, todo se transforma
Los restos de plástico en el agua no solo contaminan sino que perjudican a animales tan variados como moluscos, peces, tortugas marinas, mamíferos y aves. En el caso de estas últimas, confunden esta basura con alimentos o simplemente los comen de forma accidental.
El plástico se degrada hasta convertirse en microplástico, el cual afecta sobre todo a los invertebrados. Según explicó Machín, estos restos de plástico diminutos cumplen una función de “esponja”, absorbiendo en su superficie otras sustancias químicas presentes en el ambiente, llamados contaminantes orgánicos persistentes.
Estos se suman a las sustancias químicas que de por sí contiene el plástico. Una vez que los animales los consumen ingresan a su tejido, lo que tiene efectos tóxicos y cancerígenos, entre otros.
De esta forma, el plástico se convierte en la puerta de entrada de estos contaminantes a la cadena alimenticia. Por ende, cuando más adelante las personas se coman a ese animal marino, también estarán consumiendo los contaminantes.
En el marco de este tema, uno de los equipos de científicos estudiará el microplástico en playas de Punta del Este y, más delante, de Montevideo y Rocha.
Un segundo gran problema es que a bordo del plástico flotante se trasladan por todo el globo especies exóticas invasoras, que impactan de forma negativa en los ecosistemas donde desembarcan. “El plástico ahora llega a lugares a los que nunca había llegado”, dijo Machín. De hecho, otra de las líneas de investigación es el estudio de organismos (como moluscos y cangrejos) asociados a objetos flotantes varados en la zona de La Coronilla y Playa Verde, en Rocha.
A partir de ahora, los investigadores seguirán trabajando en sus respectivos estudios, al tiempo que elaborarán un resumen de la información con la que cuentan hasta el momento. A su vez, dictarán charlas y talleres informativos, para llamar la atención sobre este problema que empieza por la actividad humana, sigue en los mares, afecta a la biodiversidad y vuelve como un boomerang a todos los habitantes del planeta.
Adónde van los pecesfuente: cromo.com.uy
En el marco del Día Mundial de la Migración de Peces, el 23 de mayo habrá dos charlas de divulgación científica en Facultad de Ciencias de la Universidad de la República. Machín dictará una de ellas, donde abordará la química de las migraciones. Se trata del estudio que disparó la iniciativa de investigar la contaminación por plástico en las aguas uruguayas y su impacto sobre la fauna marina así como la salud humana.
Según contó Machín, encontró plástico en el interior de ocho especies de peces de agua dulce mientras estaba investigando otro tema, los isótopos estables. Estos constituyen una técnica de seguimiento de especies migratorias, que sustituyen, por ejemplo, en anillado. Los isótopos estables se encuentran en el tejido de los animales y “registran dónde estuvieron”, resumió el biólogo. Además, no es necesario matar al animal para conseguir la información, ya que los isótopos estables se encuentran en la sangre, las escamas e incluso las plumas, en el caso de las aves.
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