Es pequeño, peludo... Y rosado. No es un animal fantástico, ni el protagonista de un cuento de hadas, pero podría serlo. Vive sólo en Mendoza.
El notable armadillo hada rosa (Chlamyphorus truncatus), también conocido como pichiciego, mide poco más de 10cm, pasa casi toda su vida excavando bajo tierra y un caparazón rosado cubre su suave pelo blanco.
El más chiquito de los armadillos se alimenta de invertebrados y plantas, y se deja ver en la superficie en muy raras ocasiones. Y además, es muy suceptible al estrés y no tolera muy bien los encuentros con humanos.
"Es un animal muy delicado que en cautiverio sobrevive máximo ocho días y se muere", dice a la BBC Mundo Mariella Superina, experta en la conservación de armadillos.
Cómo es tan difícil de ver, y es tan diferente al resto de los armadillos, para Superina se convirtió "casi en una obsesión".
"Si bien se les dice 'pichiciego', no son realmente ciegos; pueden distinguir claridad de oscuridad. 'Pichi' quiere decir 'chiquito' en el idioma mapuche, y sospecho que se le agregó 'ciego' a este nombre para distinguirlo del piche (Zaedyus pichiy), una especie de armadillo de 1kg que vive en la misma zona", explica la especialista.
Rescatados
Superina es investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en Mendoza, la región del pichiciego.
Por eso, las autoridades acuden a ella cuando encuentran un pichiciego perdido.
"Han empezado a informarme y a traerme pichiciegos, primero alguno muerto y después uno vivo para ver si lo podía rehabilitar y reinsertar a su hábitat natural, y así empecé a conocerlos", cuenta Superina a BBC Mundo.
Según la experiencia de la investigadora, el pequeño excavador sólo se asoma si se topa, tal vez, con el sustrato más duro de una carretera. Es en esas ocasiones que alguien puede avistarlo.
Por lo demás, sólo sale de noche, y al ser tan pequeño, es muy difícil de ver.
"Lo que ocurre es que a veces la gente lo encuentra, por ejemplo, en alguna ruta y se lo lleva para ver si lo pueden mantener de mascota, o se lo entrega a las autoridades para preguntar qué es", dice la experta, algo que constituye una equivocación dada la delicada naturaleza de este animalito.
Lo mejor, parece, es dejar que el pichiciego siga su camino.
Sin embargo, se lamenta Superina, nunca ha podido ver ninguno en el campo.
Y al ser tan esquivo, algunos temen que esté al borde de la extinción.
"En realidad no sabemos cuántos hay, es un error común que todos dicen que es una especie amenazada, y yo soy presidente del grupo de especialistas en armadillos, perezosos y osos hormigueros de la Unión Iternacional para la Conservación de la Naturaleza y no tenemos suficientes datos como para decir si está amenazado o no, simplemente porque no hay información del campo", aclara Superina.
Exquisito
¿Y qué lo hace tan especial? Superina explica que entre las 21 especies de armadillos, que ya de por sí son mamíferos muy diferentes al resto, el pichiciego es el único que tiene suelto el borde del caparazón.
"Debajo del caparazón se observan los abundantes pelos sedosos que cubren su cuerpo y le ayudan al pichiciego a mantener su temperatura corporal".
"La punta de la cola tiene una forma de diamante que también es muy inusual y la usa como una quinta pata para apoyarse", añade la experta.
Además, tienen una placa vertical en la parte trasera que los científicos no sabían para qué era. Hasta que la investigadora pudo mantener en un terrario durante varios meses a uno de los pichiciegos rescatados y le puso cámaras infrarrojas para poder filmarlo.
"Sólo salía de noche, pero a veces podía observar cómo escarbaba. Y escarba y después da marcha atrás y va compactando el suelo detrás de él con esta placa vertical, eso es un comportamiento muy especial que los otros armadillos no tienen".
Pero eso no es todo: este armadillo que Superina pudo observar también resultó extremadamente exquisito.
"La verdad es que me volvió loca, porque fue sumamente difícil encontrar algo que comiera, pasé días capturando escarabajos, buscando lombrices, buscando frutos naturales, para ver si podía estimularlo a comer algo natural, y no, y probé creo que fueron 34 ingredientes que le di que se negó a comer", cuenta la investigadora.
"Hasta que probé una mezcla de distintos ingredientes, que eso era lo que él quería comer". Pero, dice Superina, cualquier variación de esa mezcla provocaba el inmediato rechazo del exquisito pichiciego.
"Y lo curioso es que al siguiente pichiciego que me llevaron para rehabilitar le preparé la misma mezcla y no la quiso, o sea que tienen preferencias individuales muy fuertes, entonces no podemos replicar estas experiencias, y cada pichiciego que rehabilitamos es un desafío bastante grande", precisa la especialista.
"El aspecto es tan inusual y es tan difícil verlos que realmente para mí es una especie fascinante que me encantaría estudiar mucho más para aprender más y para poder protegerlo, pero el problema es dónde encontrarlos", concluye la persona que probablemente mejor los conoce.
fuente: BBC, diariouno
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