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GRACIAS POR VISITARNOS - Las mentes más profundas de todos los tiempos han sentido compasión por los animales. Friedrich Nietszche

viernes, 17 de enero de 2014

Encontró una yarará de casi dos metros en el patio. (Argentina)

El reptil sin nombre ni destino conocido creyó encontrar la calma en la casa de la zona noroeste.

“Reptil no hay camino, se hace camino al reptar”, pensó una yarará de 1.80 de largo y terminó en el patio de una casa de un barrio rosarino. Lo de “terminar” es literal, porque el bicho encontró el desenlace menos esperado para su periplo.

¿Qué pasó? Nilda, una vecina de Fisherton, le contó a Radiópolis (Radio 2) que este viernes amaneció un poco más tarde y se asomó al patio. Ahí tuvo el primer encuentro piel a piel: la citada yarará se había acodado en el borde de la pileta de la vivienda, a la espera de sosiego ante la ola de calor.

“Me levanté para apagar las luces, pero estaba sin anteojos”, relató Nilda. Ya con las gafas puestas el panorama fue otro: “Lo primero que vi fue la cabeza y después veo que rodeaba la pileta”.

Ni el grito de la mujer perturbó la calma de “la bicha”.

La mujer no sabía qué era ni que se trataba de un reptil peligroso. Como su marido “no estaba en casa” llamó al 911.

Desde esa dependencia le sugirieron que se comunicara con el 191, que es número de control de vectores. Pero, ante la falta de repuesta, Nilda cortó por lo sano: “Llamé a la radio (Radio 2)”.

La amplitud modulada aceleró el final. “Llamaron desde la Municipalidad y me solucionaron todo”, dijo –con cierto alivio– Nilda

Es más, el tema habría llegado a los oídos de la mismísima intendenta Mónica Fein que habría pedido “por favor, que se ocupen del tema”.

Como si fuera poco, el episodio casi termina en una discusión familiar porque cuando Manuel, el marido de Nilda, escuchó que su esposa había llamado a la radio para contar lo que le pasaba, el hombre cuestionó la movida. “Primero me dio bronca: qué va a estar llamando a la radio por una lagartija o por una culebra”, se quejó él.

Ahora, cuando llegó a la casa y vio a la también conocida como víbora de la cruz, se dio cuenta de que no era un lombriz crecida, sino una yarará. “La quería agarrar, pero estaba en un lugar incómodo”, relató Manuel que, según explicó, “está acostumbrado a cazar”.



Sobre los últimos minutos de vida de la serpiente, poco se sabe. Hay quien escuchó un disparo. Otros hablan de gemidos desesperados.

Lo concreto es que cuando el móvil de Fernando Carrafiello llegó al lugar, el reptil ya tenía el cartel de cartera, y no porque estuviera dormido.

“Se la voy a regalar a Mirta (Andrín) para que se haga un par de zapatos”, adelantó Manuel.

Tal como reza la canción Bicho de ciudad, “será la vida, que siempre nos pega un poco”. El final espera en el patio menos pensado.
fuente:  rosario3

Los culpables son los humanos, los que pagan el precio los animales!

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