Tirso Fiorotto/ De la Redacción de UNO
Solitario, como es su costumbre, un carau decidió salir de los bañados ayer y se hizo urbano por un rato. Adónde lo llevaría ese tranco largo? ¿A buscar remedio para su madre enferma, como dice la leyenda? ¿O rumbeó a la concurrencia, por una guaina que le ayudara a mitigar las penas?
Dicen los sabedores del litoral, y lo atestigua un lindo chamamé, que el dios Tupá lo condenó a vestir de negro y vivir en los esteros, por haber sido mal hijo. Pero nuestro compañero no tiene porqué saber y menos aceptar prejuicios humanos, así que muy probablemente estemos ante un ejemplar muy curioso, o cansado, quién sabe. Como se alimenta de caracoles, pequeños peces, insectos, quizá salió de compras al mercado, a manera de minivacaciones, después de haber cumplido las responsabilidades de padre y madre, hasta el mes pasado. Un descanso merecido. Como sea, dejar los juncales y hacerse una escapada al centro de Paraná es toda una aventura para nuestro amigo, que la ciencia llama aramus guarauna. Oscurito y con manchitas blancas en el cuello, pico largo amarillo con la punta negra, y patas largas y renegridas, de lejos parece negro, pero es más bien pardo, tirando a bataraz. Zitto Segovia, el malogrado cantante chaqueño, entonaba como nadie el chamamé El carau, recopilación de Emilio Chamorro, uno de los grandes de los ritmos del Litoral. Hay otras versiones, muy bellas, pero la de Zitto Segovia es particularmente entradora.
“Amigos y camaradas que me quieran escuchar, voy a contarles la historia que le sucedió al carau”. Tal vez para sacarse de encima la leyenda que le hizo mala fama, este carau llamó al fotógrafo y posó con todas sus galas, libre y bello. ¿Quién es más condenado, el que vive en los esteros, o el que padece el cemento de nuestras ciudades?, se habrá preguntado el paisano. Nosotros, agradecidos por la visita.
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