A Maximiliano Marc, que es ciego, no lo dejaron subir a la línea 122 porque el chofer exigió que el perro guía tuviera el bozal, algo que no es obligatorio.
Por Paola Cándido - Publicado el 26 junio 2014
Maximiliano Marc es ciego, tiene 42 años y transita por la calle junto a Bandit, un perro labrador negro que es su lazarillo. Anteayer por la mañana quiso subir como lo hace todos los días a la línea de colectivos 122, en la esquina de San Lorenzo y Entre Ríos, y el chofer no lo dejó porque su perro no tenía bozal. Un episodio similar ya lo había vivido en noviembre de 2011 con un chofer de la línea 121 de la empresa Semtur.
“Alrededor de las 10.30 quise sentarme como lo hago siempre, y el chofer me dijo que el perro tenía que tener bozal, de lo contrario no me llevaba. Lo reconocí al instante porque es el único chofer de transporte público de toda la ciudad que hace problemas, ya que cada vez que subo y está él es el mismo dilema. Le expliqué de mil maneras que los perros de asistencia no trabajan con bozal, que eso ya quedó obsoleto. Como nos enseñaron en el entrenamiento, para no escucharlo, enrosqué la correa de Bandit alrededor de su hocico y la trabé con el dedo. Pero este buen fulano me decía que eso no era un bozal y que no iba a arrancar. Estuvimos 20 minutos parados en pleno centro, los pasajeros se pusieron nerviosos, se bajaron del colectivo, y no faltó quien me gritara como si yo fuera un delincuente”, explicó Maximiliano.
Marc detalló que los perros de asistencia, más allá de estar educados para su función, tienen un excelente comportamiento y siempre lleva los certificados antirrábico y de salud de Bandit, las credenciales internacionales y las locales que garantizan su entrenamiento y función, y hasta las bolsitas para levantar la caca de su perro.
En 2008 se sancionó la ordenanza 8.280 que permite a las personas usuarias de perros guía a transitar con sus canes por cualquier espacio público y privado, y también a viajar en cualquier medio de transporte. Y en marzo pasado, la Legislatura provincial aprobó una ley que permite a personas ciegas concurrir a todas partes con sus perros guías.
No es la primera vez que Marc debe atravesar por un trago amargo en el transporte público rosarino: hace tres años, un chofer de la línea 121 no lo dejó subir al coche con Bandit, pese a que lo amparaba la ordenanza de 2008.
“Me pregunto hasta cuándo, qué más tengo que hacer para que podamos transitar como cualquier ciudadano”, se lamentó.
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