Cuando Tracy se accidentó pensó que no podría salir adelante. Era una jinete especializada y como tal estaba acostumbrada a las caídas. Pero aquel día fue diferente: el golpe fue tan fuerte que se quebró la pelvis y el sacro; en cuanto se desplomó sobre el pasto sintió que no podía mover sus piernas.
"Estuve postrada en una cama durante meses y luego pasé a una silla de ruedas. Me sentía realmente humillada. Tuve que aprender a caminar otra vez", relata esta jinete estadounidense y agrega: "Antes del accidente, con mi marido teníamos planes: comprar una casa, tener un perro y formar una familia. Pero todo se puso en pausa. Sentí que el mundo pasaba por delante de mis ojos mientras yo lo miraba desde la ventana. Y pensé: 'La vida es tan corta. ¿Por qué aún no tenemos un perro?'".
Tracy tomó impulso y junto con su marido se acercaron a un refugio de animales. "Yo quería un perro que se viera por fuera tal cual yo me sentía por dentro", recuerda. En cuanto entraron al lugar se acercaron a la primera vitrina. Enseguida Tracy notó que el hermoso perro negro que estaba recostado en la jaula era especial. Miró a su marido y le preguntó: "¿Tiene tres patas? ¿Tiene un solo ojo?". El perro reaccionó ante la voz, se sentó y apoyó la patita delantera que le quedaba contra el vidrio. En ese instante, la pareja supo que estaban ante su nuevo compañero.
Rescate mutuo
"Desde el primer día, Jack fue un perro divertido, amoroso y lleno de energía. Antes de que él llegara, yo me sentía insegura de caminar en público. Era reacia a salir a caminar por la calle. Pero al tener a Jack no me quedó alternativa: tenía que sacarlo a pasear. Cada día podíamos caminar un poco más que el anterior", recuerda Tracy, quien asegura que gracias al perro logró cambiar el foco, empezar a concentrarse en él y no tanto en ella misma.
La dueña de Jack dice que su amigo de cuatro patas es muy intuitivo y que muestra un interés especial por las personas con algún tipo de incapacidad, como si se viera irremediablemente atraído por ellos. Además, asegura que la condición del perro no tiene ningún impacto negativo en él. Para Jack todo a su alrededor es una fuente de disfrute.
"Hace unos meses fue mi cumpleaños y salimos a caminar. Jack empezó a correr y pensé: 'Bueno, voy a correr con él. ¿Qué puede pasar?' Y de a poco fui acelerando la velocidad. Enseguida él giró su cabeza y me miró maravillado, como si no pudiera creer que estuviéramos corriendo. Yo simplemente me eché a reír porque tampoco podía creerlo", se emociona Tracy, y dispara: "Cuando lo adopté pensaba que yo era quien iba a ayudarlo con sus incapacidades; hoy, viéndolo a la distancia, entiendo que en realidad fue él quien me ayudó a superar las mías".
la nación
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