El veterinario Amir Khalil ha viajado a numerosas zonas en conflicto para rescatar a los animales atrapados entre los combates
NATALIA SANCHA
Beirut
Amir Khalil no es un veterinario cualquiera, si acaso se le podría definir como veterinario de conflictos. Hace apenas 24 horas que regresó de Irak, donde viajó con cuatro miembros de la ONG Four Paws Internacional con la particular misión de rescatar a los dos últimos animales supervivientes del zoo de Mosul. Khalil relata el periplo en tierras recién extirpadas al ISIS para trasladar al león Simba y a la osa Lula al centro de rehabilitación para animales New Hope de Amán, Jordania.
“Malnutridos, rodeados de excrementos y de cadáveres solo quedaban vivos Lula y Simba de entre 42 animales. El resto perecieron bajo las bombas, el hambre o devorados”, cuenta Khalil en una conversación vía Skype desde Viena. Dos meses atrás este veterinario egipcio de 52 años logró pisar el zoo de Mosul. Lo hizo tras 60 días de intensos combates para expulsar al ISIS. A las puertas del zoo, al igual que en iglesias y museos, los rostros del león y del oso habían sido emborronados al paso de los yihadistas que consideran toda representación icónica haram (prohibido, en árabe).
Pero incluso en tiempos de guerra, la burocracia puede jugar una mala pasada. “Nos quedamos 10 días retenidos en el control militar sin agua, ni comida ni electricidad”. El equipo de Khalil tuvo primero que lograr un permiso del dueño del zoo, quien herido por los yihadistas convalecía en un hospital de Erbil. De ahí tuvieron que aguardar otro permiso de la seguridad iraquí que diera carta blanca al paso de los peludos prisioneros. “Al principio los soldados se burlaban de nosotros y se hacían selfies”, recuerda hoy divertido. Pero al segundo día un soldado dejó su arma en el suelo y le tendió una manzana al oso. Y al tercer día otro uniformado apareció sonriente con dos pollos en la mano: “Se los he confiscado a un camión en el control. ¡Son para Simba!”. Hasta los niños de las familias que huían de Mosul se arremolinaban en torno a las jaulas para sonreír por primera vez en mucho tiempo.
Sin embargo, los oficiales no entendían el empeño de Khalil. “!Estamos en medio de una guerra y muy ocupados luchando contra el Daesh! ¡Mate a estos animales!”, le llegó a gritar un General tendiéndole dos balas en la mano. “La humanidad en una persona no es divisible. El que tiene humanidad la tiene tanto para los seres humanos como para los animales”, responde Khalil ante las críticas. Para este veterinario, la especie humana es la más destructiva de todas. Conoce bien la destrucción firmada por el hombre en conflictos de donde ha evacuado a todo tipo de animales. El primero fue Kosovo en 1998, donde “joven e ingenuo” accedió a viajar para salvar a unos osos. Desde entonces, ha recorrido numerosas guerras cargado con su estetoscopio y un puñado de dardos anestésicos.
Así logró salvar en 2003 en Irak a los nueve leones que Odai, el temido hijo de Sadam Husein, mantenía para recreo personal en su palacio. O mantener con vida a los animales del zoo de Trípoli, apostado entre trincheras y a 500 metros del palacio del dirigente libio Muamar al Gadafi . En Gaza han realizado hasta cinco misiones para evacuar a través de túneles bajo el paso fronterizo de Rafah con Egipto a tres leones y perder allí a dos elefantes que nunca lograron salir con vida del subterráneo. El egipcio ha demostrado poseer grandes dosis de diplomacia, negociando con ejércitos, políticos e incluso servicios secretos con exitosas operaciones como cuando milicianos de Hamás aceptaron evacuar a cinco monos a territorio israelí.
La satisfacción que recibe Khalil al preservar la vida de estos animales se ve empañada por la tristeza de quien testimonia del sufrimiento humano. “Soy veterinario, solo puedo curar animales. Sacamos animales indefensos de jaulas de las que no pueden huir y de guerras que no pueden entender para ponerlos en libertad en campos abiertos. Pero los humanos son evacuados a nuevas jaulas, que tienen forma de tiendas en campos de refugiados”.
El trabajo de Khalil es solo posible gracias a esos amantes de los animales que incluso en guerra se quitan un pedazo de pan de la boca para mantenerlos con vida. “Lula y Simba comían de mi mano. Solo yo podía hacer eso sin correr riegos”, dice al teléfono y desde Mosul Abu Laith, mecánico de coches en la cincuentena y padre de seis hijos. Fue él quien durante los dos meses de combates mantuvo con vida a los últimos supervientes del zoo de Mosul hasta la llegada del veterinario. Con la complicidad de los vecinos, se escabullía de entre los controles del ISIS para poder llevarles agua y comida.
En otro país y en otra guerra, ha sido Mohamed Alaa, electricista y padre de dos vástagos, quien en la ciudad siria de Alepo y bajo las bombas mantuvo con vida a cerca de 200 felinos en un improvisado refugio de animales. Ahora, Khalil asegura que su próxima misión será la de tratar de ayudar a los dos osos y un tigre supervivientes de la guerra en el zoo de Alepo.
elpais
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