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viernes, 3 de octubre de 2014

Samuel, el cirujano de las mascotas sin hogar

Samuel Burbano es un veterinario que desde hace 10 años cura mascotas de la calle.
Foto: José D. Rodríguez / EL TIEMPO ZONA
“Estas son cosas que se aprenden con los animales de la calle”, decía Samuel Burbano –veterinario de mascotas sin hogar–, mientras adecuaba una muleta, que se utilizó en un perro, para inmovilizar la cadera fracturada de un gato cachorro de una humilde familia de la localidad de Puente Aranda.

“En una veterinaria cobrarían mucha plata por un tratamiento así. Aquí curamos a las mascotas con lo que se tiene a mano y se mejoran”, agregó Burbano, quien lleva más de 10 años en esta labor.

Este cirujano asegura que ha curado a más de 50.000 animales sin dueño. Y a su pequeña clínica, que funciona en el primer piso de una casa en el barrio Primavera (Puente Aranda), llegan de manos de algún humano compasivo mascotas callejeras maltratadas, atropelladas por carros o que resultaron heridas en una pelea con otro animal. “A veces vienen y los recogen, pero generalmente nunca regresan por ellos, así que los doy en adopción”, dijo.

No obstante se quedó con siete: Tony Pecueca, un perro criollo con un problema congénito en su piel; Ramón, un gato que se curó de una enfermedad intestinal; Candy, una perra con las patas paralizadas; Shakira, una perra schnauzer ciega; Pi, una perra husky que nació sin una pata; y Caleña, una gata que atropelló una buseta.

Algunos de ellos ayudan a curar a otras mascotas; ese es el caso de Candy. “Es una bendición porque su sangre es compatible con la de la mayoría de los canes”, dijo.

Caleña, la gata, cuida a los cachorros heridos que le llevan a Burbano. Pero la historia más emotiva es la de Tony Pecueca, ya que lo rescató tras un fuerte aguacero.

“Una vecina me llamó desesperada. –Doctor, doctor– me decía llorando. –Hay un perro malherido, ¡ayúdelo! Es que es muy bravo–. Fui esa noche y Pecueca me gruñía, pensaba que me iba a morder. Me tocó amansarlo con un pan”, narró.
Burbano vio tan mal al perro que pensó en realizarle la eutanasia. “Ese día le di una comida fina, iba a preparar la inyección, lo miré a los ojos y le dije que le daba un día más. Ya lleva seis años conmigo”, dijo.

Burbano, además, viaja para esterilizar y curar mascotas en municipios del país que no cuentan con servicios médicos y veterinarios, en las brigadas de salud que realiza EL TIEMPO y la fundación Alas para la Gente.

Las pruebas de Burbano

“Mi papá es militar y viajábamos mucho. Una vez vivimos en Piedecuesta (Santander) y allá me encantaba ver cómo pastaban las vacas.–Narró Burbano–. Ahí nació mi pasión por los animales”.

Al terminar el bachillerato quiso estudiar medicina en la Universidad de la Salle, pero no logró pasar y allí le dijeron que estudiara veterinaria. “Aplacé mis estudios, por líos económicos, pero después de cinco años conseguí el título”, contó.

No obstante, ser profesional no le aseguró un trabajo y para el año 2000 ayudaba a operar mascotas a otro veterinario que trabajaba con la Secretaría de Salud; le pagaban hasta 5.000 pesos por intervención.

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