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martes, 12 de agosto de 2014

Violencia contra animales y criminalidad

Por Andrea Queruz Chemes
Las relaciones violentas en la familia tienen como víctima al más vulnerable, y palmariamente son equiparables el daño ocasionado a los animales.

La violencia doméstica implica una relación intrafamiliar basada en el ejercicio del poder mediante el empleo de medios psicológicos, físicos, económicos. Supone la existencia de asimetrías en los vínculos, ya sea reales o imaginarios, que adoptan la forma de roles complementarios. Por ejemplo: padre-hijo; hombre-mujer, etcétera.

Es, a su vez, una relación de abuso, pues se enmarca en un contexto de desequilibrio de poder e incluye conductas del maltratador/a que, por acción u omisión, ocasionan daño físico y/o psicológico al otro miembro de la relación.

Aprovechándose en forma indebida de esta relación de poder asimétrica, se pretende anular al otro, cosificarlo y tratarlo como propiedad.

¿Es esta relación privativa del ámbito doméstico o de la violencia de género?

La misma dinámica se reproduce cuando el objeto del maltrato es un animal, que se encuentra en mayores condiciones de vulnerabilidad, de indefensión, que no habla, que no asiste a instituciones, que no está identificado pero sí cosificado, atado a un poste, al suelo, enjaulado o usado como juguete desechable, o como fuerza de trabajo por un adulto encargado (supuestamente) de su cuidado.

Según Nuria Querol Viñas, el maltrato a los animales está vinculado con conductas violentas que tienen importantes repercusiones a nivel social. Una de ellas se relaciona con el ámbito de violencia contra la 
mujer.

A través de los estudios realizados por el Grupo para el Estudio de la Violencia hacia Humanos y Animales (Gevha), la organización que preside la investigadora, el 86 por ciento de las mujeres maltratadas que acudieron a un centro de asistencia comentaron que el agresor había herido, amenazado o matado al animal de la familia como venganza o para ejercer control psicológico.

En otro estudio realizado por la misma investigadora y el psicólogo Frank Ascione, sobre una muestra de 50 sujetos condenados por diversos delitos, se obtuvo como resultado que el 41,7 por ciento había maltratado animales.

El Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSMIV) toma la crueldad hacia los animales y a las personas como síntoma diagnóstico y tiene un valor predictivo de la violencia hacia los humanos, como las relaciones conyugales o con los hijos.

En la experiencia profesional en diferentes pericias en las cuales la problemática de la violencia es la médula vertebral, las víctimas refirieron diversas formas de maltrato hacia los animales del hogar, desde conductas privativas de cuidado, tales como privación de alimentación y de afecto, golpes o abandono, hasta hacerlos desaparecer o matarlos.

Conductas criminales

Aunque son numerosos los 
casos criminales, pueden mencionarse algunos resonantes:

Jeffrey Dahmer –conocido como “el Carnicero de
Milwaukee”–, asesino y caníbal, también inició su carrera delictiva en la infancia con la tortura y el asesinato de animales. Algunas de sus prácticas con los animales, como disolver sus cuerpos en ácido, fueron las mismas que utilizó con sus víctimas después, para asesinarlas y hacer desaparecer sus cuerpos.

En el siglo XIX, en nuestro país, un hombre entró en una comisaría de Buenos Aires para entregar a su hijo a la Policía. Este era el célebre Cayetano Santos Godino, más conocido como “el Petiso Orejudo”.

Ese día, antes de ir a la comisaría, el padre se había percatado de que el zapato que se ponía siempre no le entraba, pues dentro de él había un pajarito muerto. Después encontraría una caja debajo de la cama llena de pajaritos muertos.

Lo que el padre no sabía era que su hijo ya había cometido su primer asesinato, el de una niña de 3 años. También en la cárcel del presidio en Tierra del Fuego arrojó el gato del lugar a un quemador del presidio y, cuando los otros reclusos
descubrieron esto, a su vez, lo asesinaron.

El caso más reciente y conocido mediáticamente fue el del hombre que arrojó una beba al lavarropas y antes había cometido horrendos crímenes a animales indefensos.

¿Castigar lo primero para prevenir lo segundo? A falta de otra posibilidad, sí. Pero lo mejor sería prevenir ambos y castigar cada vez menos.

Sin llegar al sadismo extremo de estos casos criminales, se observan de manera cotidiana conductas destructivas hacia los animales, por su raza “callejera”, como si fueran responsables del lugar que ocupan, o hacia los caballos desahuciados, obligados a trabajar con heridas y sin poder casi soportar su propio peso.

Combatir los abusos

La educación debe imponerse como el principal cimiento para revertir el maltrato animal y humano.

La ley 14.346 (llamada “ley Sarmiento”) sanciona los actos de crueldad hacia los animales, entre los que refiere como maltrato el trabajo del animal cuando no se halle en estado físico adecuado, cuando exceda notoriamente sus fuerzas, causarle heridas, entre otros.

Los caballos explotados para el cirujeo son un fiel exponente del delito del cual el Estado es cómplice.

La riña, el secuestro y la 
explotación de animales también son ejemplos de conductas abusivas hacia ellos.

La institución policial y la Justicia son pilares fundamentales en la prevención del delito. Es necesario que la Policía 
intervenga cada vez que advierte en un animal signos de maltrato.

Las fallas

¿Dónde están las fallas? ¿En que el animal no habla...? ¿En que el caso no reviste importancia? ¿Que la Policía no tiene formación para intervenir en estos delitos? ¿O que la Justicia no se interesa por estos casos?

Mientras los niños que son educados en la convivencia con animales aprenden a desarrollar empatía, afecto, responsabilidad y se vuelven ciudadanos nobles, en las familias donde se maltratan animales los menores aprenden que la conducta agresiva es aceptable incluso hasta en el trato con humanos.

Las relaciones violentas en la familia tienen como víctima al más vulnerable, y palmariamente son equiparables al 
daño ocasionado a los animales.

¿Reviste el delito –maltrato hacia los animales– una conducta perversa sólo del que la ejecuta? No. Es también una conducta perversa de quien es testigo y no actúa; peor aun si se trata de una institución como la Policía o la Justicia.

*Perito, consultora en psicología judicial y laboral

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